LA EDUCACIÓN

Y ALGUNAS OPCIONES A LA MANO

10 Setiembre 2020

Existen formas de dar clases a los estudiantes con más problemas de conexión a la Internet, como hace Jovita Jiménez

Autor: Leda Muñoz García, Directora Ejecutiva de la Fundación Omar Dengo

Publicado: La Nación

El cierre de escuelas y colegios en todo el mundo genera inquietud, y con debida razón. El centro educativo tiene ciertas funciones que solo pueden realizarse allí, por lo menos hasta ahora.


La educación a distancia, incluida la virtual, está desarrollándose con dificultades técnicas, pedagógicas y logísticas, y excluye a un número inaceptable de estudiantes.

El sistema educativo, gracias al programa que realizan en alianza el Ministerio de Educación Pública (MEP) y la Fundación Omar Dengo (FOD), facilita el acceso a las tecnologías digitales a la mayoría de los estudiantes en los centros educativos. Pero la aumentada desigualdad de nuestra sociedad viene dejando a muchos estudiantes al margen o totalmente fuera de las oportunidades educativas. La actual pandemia ha hecho esto particularmente evidente.

Preocupados por la creciente brecha digital, en el 2010, el MEP y la FOD desarrollamos un proyecto en los liceos rurales y en las escuelas multigrado (las más pequeñas y en su mayoría ubicadas en zonas rurales) para dar a cada estudiante y docente una computadora para su uso personal (en el aula, la casa, en todo lugar y momento).

Más de 78.500 estudiantes cuentan con esta herramienta en estos momentos. Sin embargo, una buena parte de ellos no tiene Internet en el hogar o la conexión es inestable, de velocidad muy baja, claramente insuficiente para apoyar la educación a distancia que la pandemia demanda.

Electricidad e Internet

Peor aún, más hogares de los que nos gustaría aceptar simplemente no tienen electricidad o cuentan con una instalación eléctrica improvisada y deteriorada, y con frecuencia con una sola toma eléctrica para todo el hogar. Una imagen de Costa Rica que hemos evadido por mucho tiempo.

Estas circunstancias también se presentan en muchos centros educativos, por lo que la FOD trabajó en la adecuación de la instalación eléctrica de casi 2.000 centros en los últimos 10 años, y ha instalado paneles solares en 105, en comunidades indígenas que no contaban con servicio de electricidad, para llevar las tecnologías allá.

En la mayoría de esos centros hay acceso a Internet, insuficiente sin duda, pero existe (la red del bicentenario mejoró significativamente estas condiciones).

El esfuerzo de conectar y acondicionar los centros educativos más rurales y de brindar computadoras a cada estudiante puede aprovecharse mejor en la actual crisis.

Esos centros atienden, en su mayoría, a estudiantes de recursos económicos muy limitados, hijos de familias de bajo capital educativo y cultural, una población particularmente vulnerable de nuestra sociedad.

La matrícula en las escuelas unidocentes es pequeña, de 30 estudiantes o menos. La docente Jovita Jiménez trabaja en una de estas en León Cortés y contaba recientemente a un medio de comunicación los malabares que hace para atender a sus estudiantes: aunque todos ellos sí tienen una computadora que les brindó el proyecto, muchos, como la maestra resalta, no tienen ni siquiera electricidad en las casas.

Modo de trabajo

Ella los organiza así: los que sí tienen conectividad se reúnen a las 7 a. m. en la plataforma virtual; a las 7:30 atiende, cuando la conectividad lo permite, a su único estudiante de primer grado; a las 8 inicia con los de segundo, etc. En el mejor de los casos, estamos hablando de que los que pueden conectase reciben media hora virtual al día.

Aprovechando el tamaño pequeño de estos centros, los alumnos podrían estar asistiendo a la escuela de su comunidad con un poquito de organización: una mañana completa podría asistir el estudiante de primer grado de la niña Jovita, dando la oportunidad al docente de desarrollar y trabajar con el estudiante temas prioritarios del programa de estudios, observar su desempeño, hacerlo sentir que está acompañado y que es parte del sistema, dejarle algún proyecto o práctica para el hogar, revisarla con él la siguiente semana, etc.

Otra mañana o una tarde podrían ser dos o tres estudiantes de otro grado, guardando todas las distancias y medidas de protección del caso, tanto para docentes como estudiantes. Y así podrían participar también los que no tienen Internet.

Todos podrían cargar la computadora para llevársela a sus hogares y trabajar unas cuatro horas adicionales. Incluso, sería relativamente sencillo dar una segunda batería para cargarla en el centro educativo y duplicar sus horas de computadora en las viviendas, como me propuso un buen amigo.

Más de un tercio de los centros educativos se encuentran en esas condiciones. Son circunstancias apropiadas para una propuesta así: pocos estudiantes, sí tienen una computadora, no tienen Internet o electricidad.

Sería una alternativa durante la pandemia para que estudiantes de estas comunidades —muchos de ellos en desventaja con respecto a sus compañeros más urbanos y mejor conectados— resulten menos afectados.

Una manera de aprovechar mejor la inversión realizada por el país y de fortalecer las relaciones de los hogares y la comunidad con el centro educativo.


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